Todo empieza a desmoronarse en el capítulo 11 de La casa de papel. Como castigo por la rebelión, Berlín ha entregado a Tokio, más bien la ha arrojado, en los brazos de la policía, que va a interrogarla de forma exhaustiva. Mientras, el profesor sigue detenido en comisaría por haber agredido al ex marido de Raquel. En la Fábrica, Berlín es cuestionado como líder por algunos miembros de la banda por haber entregado a Tokio y Río, muy afectado, decide sublevarse, y no va a ser el único que lo haga. Parece que todo lo que, desde un principio estaba planeado al milímetro, va a destruirse por completo.
Tokio se siente sola y traicionada por el grupo, aunque sigue debatiéndose entre seguir siendo fiel a El Profesor, o colaborar con la policía para que Río y ella pueden librarse de unos cuantos años de cárcel. También piensa en vengarse de Berlín y hacerle el mayor daño posible, pero eso sería como hacer daño a su adorado Río.
El Profesor sigue detenido y el tiempo corre en su contra
En comisaría, El Profesor ve en televisión cómo Tokio permanece detenida y es llevada a declarar a la carpa, tras un examen médico en la ambulancia. Recuerda entonces cuando les dijo, en la finca de Toledo, que aunque detuvieran a alguno, el dinero seguiría siendo suyo, pasara el tiempo que pasara.
El Profesor tiene que idear un plan de emergencia para poder librarse de la policía. Llama a Raquel para que vaya a buscarle, se autolesiona y es la inspectora quien decide levantar un atestado y acusar a su ex marido de abuso de autoridad. Finalmente, y a cambio de no interponer una denuncia, El Profesor es liberado. Llega el momento de actuar y tratar de poner las cosas en su sitio antes de que todo se eche a perder.
En el fondo, y a pesar de querer dar la apariencia de que sigue controlando la situación y de que es el líder indiscutible de la banda, Berlín también está asustado, y hace un nuevo intento de llamar a El Profesor, que sigue sin contestar al teléfono. Mientras, Denver intenta arengar a los rehenes para hacerles perder la confianza: ni recibirán el dinero ni saldrán vivos de la Fábrica. Su rabia por la entrega de Tokio a la policía no conoce límites, y la estabilidad de todos, rehenes y ladrones, no pasa por su mejor momento.
En el capítulo 11, todo se complica cada vez más. Traiciones, venganza, inseguridades y miedos. El equipo de ladrones de La casa de papel ya no inspira confianza, ni a los rehenes, ni por supuesto a un enrabietado Denver. Tokio ha confesado el verdadero nombre de El Profesor a la inspectora Murillo y le ha adelantado que algo terrible va a suceder al día siguiente. Además, Berlín es relevado a la fuerza y Nairobi asume la jefatura del grupo. Suena el teléfono de control, El Profesor ya está en su puesto ¿será demasiado tarde para reconducir la situación?